A propósito de Olvido

Aunque Olvido Hormigos ha sido arrastrada por un torrente de basura como pocas en los últimos tiempos, hay algo en ella que me hace pensar, porque no la juzgo, que se reafirma tercamente en el derecho soberano a elegir qué, cómo y con quién, sin pedir permiso ni disculpas a nadie. Se hace fuerte a base de tuits en los que articula su forma de entender la vida como algo que sólo le incumbe a ella, incluso si es ella misma quien decide exponer el todo o la parte que cree conveniente. Me cae bien. En un mundo de idiotas que se pasan la vida etiquetando a las mujeres por su sexualidad y su aspecto físico, para defenderlas de lo mismo un minuto después, me inspira ternura y cierta admiración su batalla por la integridad en las trincheras del poli deluxe. Su fama del tipo «crear, usar y aplicar letra escarlata» es un testimonio del viaje de nuestra sociedad por las alcantarillas morales.

Mientras observo los microgestos de su rostro, intento adivinar qué pasa por su mente cada vez que alguien baja el tono de voz en su presencia, cada vez que ponen su pasado en bucle, cada vez que lo detienen en un meme. Me cuesta imaginar cómo se las arregla para sobrevivir a cada embate de la opinión ajena cuidadosamente orquestado para que no pensemos en lo que deberíamos pensar, usándola a ella como blanco móvil. Como si viviéramos en los sesenta o en los setenta y aún tuviéramos carta blanca para el machaque. Esos mismos esperan ante el reguero de pólvora para defender los derechos homosexuales o para manifestarse contra la violencia de género, con su cerilla en la mano. Pero ahí está ella, hierática, como una estatua en un parque. Los ojos secretamente tristes. La piel ligeramente cuarteada. Dispuesta a soportar el asedio, sabiendo que pasará. Me causa cierta admiración y no me tiemblan las manos al escribirlo.

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