Ya no queda nada del American Star, que fue lujoso trasatlántico apadrinado por Eleanor Roosevelt y también barco de guerra para acabar siendo un viejo cacharro en el puerto de Pireo. Fue comprado por un armador tailandés que quiso convertirlo en hotel flotante pero nunca llegó a su destino y terminó, tras una fuerte tormenta, en la playa de Garcey de la isla de Fuerteventura. Su historia es un clásico de los naufragios, que tanto nos fascinan. No en vano consideramos que son un sinónimo de desgracia.