En un tiempo remoto los caballeros japoneses inmovilizaban a sus enemigos con cuerdas. Refinados incluso para la tortura, o de modo especial para ella, los nudos, la ejecución de los lazos o el tipo de cuerda decían tanto quién había hecho el trabajo como quién era el prisionero (su edad, relevancia social o trabajo) cuando era expuesto ante el público. Con el tiempo, la humillación del atado traspasó la frontera social y abrió el camino a la sumisión sexual. Eso fue durante el poder del Shogunato Tokugawa. Todo está en los libros. Casi todo está escrito. Incluso transformado en entretenimiento para adultos habitantes de grandes ciudades. Cada cual se forjará su opinión.
Las cuerdas desprenden filamentos apenas perceptibles. Una nube brillante que se pega al paladar unida al olor característico. Yute, cáñamo, algodón. Hay muchos tipos, no se trata de un juego. Nada es tan sencillo como se presenta en el mundo de los tópicos, ni tan sórdido, ni tan oscuro. Atar y ser atado es una cuestión de perspectiva, de aquello que decía el admirado Montaigne (Prohibir algo es despertar el deseo). No va de eso llamado vida normal, el anhelado tránsito por este planeta trazando trayectorias previsibles, como si salirse del camino fuera posible, como si estuviera a nuestro alcance el paraíso de lo nuevo, de las lugares sin explorar. Esta mujer ata y es atada a la vez. Con sus propias y expertas manos. Su cuerpo queda suspendido, flotando. Me viene a la mente una frase de Primavera negra (Uno debe ir siempre hacia el lugar donde no está señalado). Y disparo.
Parece morboso. Pero no lo es.
Gracias a Sessantanove por el espacio y la paciencia.
2 respuestas a «Atar y ser atado»
Menuda artistaza esa modelo!!!!… olé y olé?
Menuda artistaza esa modelo!!!