Barba Azul

De pronto, apoyado en la fría pared del palco, en el rincón, esperando una tenue luz, el inicio de la danza, un movimiento al que apuntar el objetivo, recordé a mi viejo profesor, encorvado y gris, citando a Marcial, creo que a través de Michel de Montaigne, «para quien nadie es malo ¿quién puede ser bueno?». Maldigo los caprichos de mi cerebro, incapaz de recordar lo que necesito, inoportuno y caótico. Me arde la frente mientras se escuchan voces sobre el escenario. Hombres y mujeres sobre fondo negro. Bernarda Alba, Theda Bara, Louise Brooks, Ruth Weyher y Amélie Nothomb. De pronto, apoyado en la fría pared del palco, en el rincón, me asomo a la belleza. Y anoto el nombre: Barba Azul. Y dudo sobre Marcial y sobre Montaigne. Me he quedado quieto. Y un poco ausente. La muerte de las esposas, la violencia de la tentación, el miedo y la sangre delatora. El triunfo de la transgresión. Una tenue red de hilo que vela la realidad. Algo dijo el viejo maestro sobre la danza que me impresionó como los cuerpos negros que se mueven en el escenario. Pero ahora ya no sé. Y ya no me importa. Ya no necesito las palabras.

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