Cazadores de fantasmas

En 1997 Denise Russell fotografió a su abuela.  Al revelarla apareció también su abuelo. Bibleprobe.com
En 1997 Denise Russell fotografió a su abuela. Dicen que al revelar la película apareció también, tras ella, su abuelo.

Lo que vemos y lo que creemos ver. Lo que quieren que veamos, hechos increíbles que necesitan ser probados (la verdad entra por los ojos, o eso dicen), juego de ilusiones, engañabobos. Fe o algo parecido. Milagros, límites. Aquellos que acuden a un santo a pedir algo regresan con una prueba gráfica del hecho extraordinario que les devolvió a la vida, imágenes de tumores extirpados, de accidentes espantosos, de curaciones inexplicables.

Hechos en los que andan envueltos espíritus y seres sobrenaturales, almas perfectas que se mueven en los rincones ocultos de sombrías iglesias en remotos pueblos. Caldo de cultivo para charlatanes y tramposos intermediarios que aprovechan las fuerzas del deseo y del amor. Que desean pruebas de presencias y auras con las que demostrar la verdad de sus poderes. Vírgenes que flotan sobre templos, bolas de fuego, fenómenos paranormales, capturados por William Hope, que llegó a ser líder de un grupo de fotógrafos de espíritus en el que colaboraba el mismísimo arzobispo Thomas Colley, para que luego digan de los clérigos. Mujeres que asoman entre velos sobre retratos inocentes, se aparecen a su marido, misteriosas manos, rostros dobles, almas que abandonan cuerpos, luces extrañas. Ojalá fueran ciertas. Ojalá fuera posible atrapar esas imágenes.

 

Aunque robar el alma es en esencia el propósito inexplicable de cada retrato. Cazar a un fantasma en un trozo de película o en un procesador no lo es tanto, aunque el deseo ayuda a forjar imágenes a medida. La imaginación o las trampas suelen hacer el resto. Detrás de todo esto siempre existe (como en un buen retrato) algo que escapa a nuestro entendimiento.

Aparecen tras devastadores incendios sombras que parecen ser humanas, siluetas que se mueven, luces que adquieren formas sugestivas, ectoplamas que flotan a su antojo sobre paisajes oscuros. No hace mucho en uno de esos programas llamados del corazón que pueblan nuestras televisiones, la cuñada de Rocío Jurado mostraba ante las cámaras una imagen en la que una luz con cierto parecido a la difunta (eso decían) acompañaba en un concierto a su sobrina. Gemían unos y otros ante la prueba de su presencia más allá de la muerte. Existen cientos de libros y webs que se dedican a mostrar montajes más o menos elaborados. Hay personas especializadas en estos asuntos.

Como quienes muestran rostros de cristos y vírgenes estampados en hamburguesas, paredes o filetes rebozados. La prueba, sea falsa con gracia o sin ella, nos recuerda que tenemos un cuerpo que no es eterno. ¿Acaso no son fantasmas los muertos que aparecen en las imágenes?. Aparentan tener vida. Pero sólo eso. Ya no están. O tal vez si.

Una imagen tomada con un móvil en Illinois en la que aparece la difunta anciana propietaria de la casa que se está reformando
Una imagen tomada con un móvil en Illinois en la que aparece la difunta anciana propietaria de la casa que se está reformando. O eso dicen.

La fotografía se mueve en un terreno resbaladizo en el que nada es lo que parece y, a la vez, resulta exactamente fiel al original. Espíritus vivos y muertos se mezclan en la imagen porque se rompe la secuencia del tiempo. Igual nos mira un antepasado desde su lejana existencia que un amigo al que acabamos de retratar. ¿No es ya un fantasma Tiger Woods ahora caído en desgracia sólo porque ya le miramos con otros ojos?.

William Hope fue un precursor en una época en la que no se había inventado el Photoshop. Y en la actualidad hubiera logrado grandes proezas en algún canal de televisión. Aunque nos enseñó que, en el peor de los casos, fotografiar fantasmas es un divertido pasatiempo para las largas jornadas del invierno.

INFO:

Una respuesta a «Cazadores de fantasmas»

  1. Siempre que veo estas cosas me resulta sorprendente que la mayoría de fotografías tienen un encuadre tal que permite que puedan aparecer estas cosas.

    En ocasiones se cortan los pies, y hay mucha escena en la parte superior, que es justamente donde aparecen estas cosas.

    Yo soy un exceptico total de estas cosas, y pienso que es más el deseo que una realidad.