Confesión

En realidad, en la cabeza tenemos unos agujeros donde se enganchan los pelos. Ya se lo dije, pero no me hizo caso. Y a su esposa, lo mismo. Pero nada, ellos empeñados en llevarme la contraria en todo, son de los que creen que las cartas se franquean porque lo dijo Franco. Mierda de vecindario, siempre mirando quién sube y quién baja. Se lo dije a ella, no sé qué miras si es tu hija restregándose con el del videoclub. Pensé “la muy zorra”, y casi se me escapa. Pero nada. No me hace caso desde que estoy calvo. Que no lo estoy, en realidad he perdido los agujeros; sólo eso. No es para que ella se frote la entrepierna con el tío ese en el portal. Vamos, creo yo. Se lo dije al padre, también. Que no se tire esos pedos por la noche, a ser posible; ah, y que le cambie al aceite al coche. Y a la madre, que tu hija es una guarra; pero nada. Y por eso la maté. Porque me tocó la calva. Bueno, también porque no sabe comer sushi ni tiene weblog. Y por eso, creo yo, se enfadaron los padres; porque weblog y huevo se parecen y ella se llamaba Susi. Y yo ya avisé, lo dije muy claro: cuidadito conmigo que hace mucho que no follo por culpa del weblog. Pero nada, ni caso.