El centro

Nunca he sabido a ciencia cierta qué quieren decir unos y otros cuando se refieren al centro; al centro de qué, me pregunto sin hallar respuesta en ese espacio ficticio donde se supone que se hallan los votos que decantan las contiendas, en esa franja de mutantes que lo mismo tiran para un lado que lo hacen para otro. Porque se trata de obtener votos a través de concepto, como en cualquier venta de producto. Escuchar, a estas alturas, hablar de ideologías produce espanto. Quita, quita. Nadie quiere de eso, qué vulgar, ya no hay, ya no quedan. Eso nos dicen. Y que lo que se lleva es estar centrado para poder meter la pata o la mano (si se tercia) a los dos lados. Recuerdan a Rabelais explicando que la morfología de las narices humanas tiene que ver con la dureza de las tetas de las nodrizas (era cuando todavía se practicaba ese noble oficio); si eran turgentes causaban ciudadanos chatos y si eran blandas los dotaban de armónicos apéndices nasales. Tal vez eso sea el centro al que se refieren. Un lugar en el que meter la nariz entre dos tetas pero en el que no hay nada que succionar.

Ya me dirán si eso es una ideología que merezca la pena ser defendida, una causa noble y altruista, un empeño por el que podamos sentirnos orgullosos, un galón que podamos añadir o un epitafio a gusto del consumidor: “Murió por defender el centro”. Nadie desea semejante y tibia gloria. Los héroes siempre tienen bando y se dan mamporros hasta ganar o perder, no se detienen a pensar cuál será el gusto de la mayoría porque ya lo conocen: todos quieren al que gana. Porque la victoria es el centro y no las pajas mentales sobre cómo atraer a los electores. Se cambian las espadas por los folios (afortunadamente, aunque nadie piense que me refiero a armas verdaderas); luego el papel por las batallas de migas de pan y, finalmente, se dirimen las diputas en una guerra de aguadillas. A eso hemos llegado. A la política lúdica. A verlos lanzarse a la piscina haciendo la bomba y salpicando al resto. Y a debatir, en ocasiones, sobre la idoneidad de la temperatura del agua.