Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Fin y principio, Wislawa Szymborska
Viendo al hombre que lee por un ojo, con ese fragmento graduado, ese monóculo artesano, esa pieza izquierda de gafa, me vino a la mente una imagen borrosa de mi abuela señalando un árbol. Como una de esas instantáneas en las que la cámara no halla el punto en el que ha de medir la luz. Me atrae ese tipo de personas ajenas a lo convencional. Mi querida Sue, que lleva la cara llena de gafas. La ilusión emocional que despiertan, el impulso de escribir unas líneas sin la obligación de que resulten elocuentes. El simple placer de observar sin ser visto por el espectador, el anciano que lee por un ojo graduado que guarda con cuidado en su bolsillo para contemplar a lo lejos el vuelo de José, a quien llaman Genovés II.