Esta imagen de W. Eugene Smith lo dice todo. Minamata, un pueblo japonés envenenado con mercurio. Y la historia de Tomoko, envenenada en el vientre materno, y la misma historia de la imagen que tomó Smith. Los derechos volvieron a la familia tras la muerte del fotógrafo por una noble decisión de la su ex esposa Aileen, decidida a respetar el punto de vista de los protagonistas.
Las tragedias siempre son domésticas. Una esposa, un marido, amigos, hermanos, abuelos. Y madres que bañan a sus hijos. Es una opinión personal, pero creo que el ritual del baño es una de la más bellas metáforas del amor. Un hábito que convoca y resume la esencia de las relaciones de afecto, un acto íntimo, sencillo, cuidadoso. Lo hemos visto recientemente en el reportaje publicado por The Boston Globe titulado Kazakhstan’s radioactive legacy, una de cuyas imágenes también acompaña a estas líneas.
La historia de la fotografía, al menos la historia de cierto tipo de fotografías, es una mezcla única de belleza y dolor. Dos elementos complementarios, veraces, ocultos para muchos ojos que no saben distinguir la mirada compasiva de la obscena. Porque siempre es en el límite donde se producen las emociones que nos conmueven, aquellas que nos introducen en el baño de los que sufren y nos conducen a una infancia de madres que no vieron cuerpos deformes ni cerebros dañados. Pero que los hubieran cuidado con similar entereza.