Fotocopias

Es probable que sus manos de tono violáceo, grandes, descarnadas, dejen ver una vida diferente. Enfundada en el traje chaqueta de las rebajas de Zara, ceñido a ese trasero redondo y equilibrado, con las pinturas de los días buenos, el pelo teñido sin gracia pero con intención, los restos grises bajo la sombra de las uñas. Es cierto que la piel apunta a las nubes, superficie descuidada y mutante, manchada en lugares ocultos, incierta, perdida en los rincones de bares sin habitantes donde buscó alivio sin saber y sin hallar más que ilusiones; díganle amor, díganle penetración. Son matices. Líneas blancas sobre fondo gris, camisa generosa con el aire y parca con los sentidos. Ella se afana, trata de recordar cómo se llamaba aquel restaurante de carretera donde hizo bocadillos un par de semanas, aquella tienda donde plegó camisas un par de horas, aquel bar del que huyó al sentir una mano inquieta. Llena casillas donde dice experiencia profesional por breve que sea mientras le llega el aroma de una colonia que sólo emplea con el traje chaqueta de las rebajas. Vestida de lo que no es. Vestida de oferta de empleo, en aquella tienda del suburbio donde hacen fotocopias de tu vida para que las deposites en el mostrador más cercano.