En ocasiones comienzo a escribir una y otra vez frases que borro nada más doblar la esquina del teclado o al llegar al final del espacio marcado para la primera línea. Como si me fuera preciso comprimir el pensamiento y condensarlo en un inicio preciso, inimitable, ajeno a cuerpos y tipografías. Intentando no cambiar de opinión mientras defiendo lo que hace un segundo juzgué interesante. Dudo con las palabras. No lo hago con las imágenes. A veces me espanta tanta seguridad.