Crónicas del FIB. Día 3
Algo extraño ocurre esta noche en la que Cat Power ya no luce esa lánguida melena con flequillo bajo la que corrían tristes las notas del Sea of love, único éxito de Phil Phillips. Ya no parece Jane Birkin, ahora es una musa electrónica, morena, de voz fascinante y oscura. Rodeada de mujeres, ignota y escurridiza, juego a retratar su perfil a contraluz. Me aferro a ella y a mis queridos Manic Street Preachers en esta noche oscura del talento, en la que la luz ocupa los escanarios pequeños y la oscuridad se adueña del grande. James Dean Bradfield me regaló una de mis canciones favoritas (Ocean Spray) que disfruté abrazado a una de mis hijas. Fue ese momento mágico de las noches extrañas, pobladas de tipos de Pete Doherty, zombies, residuos de esta vida residual que hemos alcanzado con bastante esfuerzo; pobladas por muñecos hinchables, biberones (con los que llenó el escenario la peculiar Lily Allen) y disfaces. Acepté esta noche los regalos de Cat y James. Apagué la luz y se hizo el silencio.