Neón

Rasgan la tela roja del bosque de terciopelo las manos rudas del viejo
huele a flores muertas y a David Lynch
una próstata hueca pide una copa en el bar cercano y hace recuento de las manos que abren y cierran
de los zapatos
de los pasos
del humo
un testículo izquierdo pregunta dónde está el ascensor a un cenicero inoxidable oxidado
la calle es negra al otro lado
en el apartamento apestoso del perro sucio
de la cafetera pegada a la mesa
de las sábanas tiesas por el ámbar de la vida y por otras flores
también muertas envueltas revueltas sueltas
tibias como verdad de neón
sangre que fluye por el músculo del amor y escapa rumbo al agujero donde ella flota desnuda bajo las estrellas
donde la vida es una pelea de ojos
para ver para no ver para no ser vistos
donde la muerte es un ambientador barato que escupe a la cara.