Sevilla

Con Manolita (la única de mis cámaras que tiene nombre) me ha salido una Sevilla oscura, en el buen sentido. Y bastante zen. Tal vez porque soy mal turista y huyo de grupos, rutas y tópicos. O por el buen gusto como guía de Nazaret, a quien escondo tras una bella cortina de cuentas negras. Las ciudades comienzan siendo vidas de otros y terminan por ser la nuestra. O como escribió mi querido Calvino, «trueques de palabras, de deseos y de recuerdos».

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