Con Manolita (la única de mis cámaras que tiene nombre) me ha salido una Sevilla oscura, en el buen sentido. Y bastante zen. Tal vez porque soy mal turista y huyo de grupos, rutas y tópicos. O por el buen gusto como guía de Nazaret, a quien escondo tras una bella cortina de cuentas negras. Las ciudades comienzan siendo vidas de otros y terminan por ser la nuestra. O como escribió mi querido Calvino, «trueques de palabras, de deseos y de recuerdos».
![](http://www.txemarodriguez.es/wp-content/uploads/2016/05/00015-256x256.jpg)