I will strike you with desire of fault lines, All fired up. Interpol
El dealer de la esquina tuerce el gesto, como si no llevara un letrero en la cara. El calor transforma la calle en un tubo viscoso, orgánico, donde el aire pesa y busca acomodo sobre la carne. Un chaval recoge la papela y pedalea hacia el río, casi tropieza con ella. No encuentra palabras para describir la visión. Tampoco unas horas después en el interrogatorio. Una máscara tal vez, un pasamontañas. Algo bello y diabólico a la vez. No queda luz a estas horas.
La casa está vacía. El cuerpo descansa en un agujero seguro. El regalo reposa en una caja, el extraño trofeo, ese músculo hueco sin oxígeno. Ha dejado esa pista por diversión, una llamada anónima destinada al par de inspectores perezosos que atosigan al adolescente con sus preguntas.
No hay rastro. Polvo y muebles abandonados. Ella ya está lejos de esa ciudad donde conoció y tentó al hombre, el que le dio su corazón.