A escasos metros de mi casa, uno de los epicentros del mundo fallero, se ultiman los detalles de uno de los monumentos más llamativos de este año, al que algunos ya han bautizado como el cabezón de Leonardo. El caso es que para darle a la calle un aspecto renacentista se les ha ocurrido colgar telas de los árboles que me han llamado la atención.