Valencia es un concepto. Llevo algo más de seis años aquí y no sé cuál, ni qué significa. Está esa Valencia superficial alimentada durante décadas por el rancio populismo de políticos que ahora pasan sus días entre rejas o yendo y viviendo de causas judiciales. Esa sociedad que ha creado un tópico infame y extenso, casi extensivo a lo mediterráneo: la luz asociada al robo, el sol unido a la chapuza, la dieta de los campeones en esquilmar lo público riéndose del contribuyente. No sé. Creo, como Wilder, que importa más saber leer que saber escribir. Y ahora que me piden unas cuantas fotografías para una exposición (que decido titular «Viva Valencia» como un libro que empecé hace unos años) vuelvo a repasar algunos momentos. Nadie puede ofrecer una visión única, enciclopédica y completa de la realidad. Y es una suerte. Tan solo está a nuestro alcance, en este momento, abrir el libro y elegir ésta o aquella imagen, dejar que formen un texto y desear que sea leído.