Bien. Y me dirán qué necesidad tenías. Eso es fácil ahora, cuando el tiempo muestra su perspectiva y las heridas ya no duelen. Podemos decir que soy fácil. Casi tonto por un exceso de buena fe y una carencia absoluta de malicia (esto último, al final ha resultado ser una ventaja competitiva. Una compensación del destino. Por decirlo de algún modo). Una presa con pocas posibilidades de huir de mujeres posesivas, limitadas y orgullosas.
Y me dirán lo que quieran. Tampoco voy a ofrecer detalles escabrosos, ni reconocibles. Ahora el orgullo es mio y ellas se hacen pequeñas, desaparecen como la lluvia de los días soleados, se desvanecen. Ya no son nada. Aunque quiero ir escribiendo estas cosas. No sobre ellas, sino sobre mi. Sobre cómo logré sobrevivir, salir con vida y ser feliz.