[Aprendí a hacer fotos con películas como Stromboli. En mi caso, siempre que tomo una cámara veo a Karin caminado sobre el volcán hacia su trágico destino y escucho su voz implorando por la vida de su inocente hijo. Hoy, que hace treinta años de la muerte de la hermosa Ingrid, recuerdo aquellos conmovedores fotogramas que quedaron para siempre grabados en mi retina de niño.]
desaparecer y que no quede nada
apenas casi una leve pequeña mínima herida allí
en el lugar deseado alto lejano solitario donde sopla el viento
y una legión de arqueólogos muertos escriben sus preguntas
en tablillas de barro ardiente
sobre las rocas amarillas fundidas con los huesos de los antiguos reyes
y señores y animales extraños con cabeza de águila
tal vez una leve brisa bailando sobre la piel de la ciudad
desaparecer en la ceniza de los cuerpos de guerreros
ocultos bajo briznas brillantes
en los milagros del bronce y de la lava
en el espacio del fragmento del milisegundo del disparo
donde ya no soy yo ni soy ni se me ve
donde solo estoy
para ser visto al cerrar los ojos