Ajena a condiciones sociales, sexuales y estéticas, la peculiar moda de financiar fiestas o actos benéficos luciendo cuerpos en un calendario ha calado entre la sociedad. Amigos, vecinos y paisanos aplauden el despelote si el fin justifica los medios, aunque el primero no siempre sea del todo noble y los segundos no del todo hermosos. El españolito medio, que todavía tiene metidas entre ceja y ceja las fotos de rubias tetonas que adornaban talleres y taquillas antes de que la depilación hiciera estragos, no puede resistir la tentación morbosa de ver a su compañera de falla mostrando lo que tiene aunque ni ella esté para aparecer en el calendario Pirelli ni el fotógrafo sea Terry Richardson. La españolita media, por su parte, o entra en el juego o pasa de él con la retranca que sólo las mujeres saben emplear ante los pellejos ajenos.
Posan desnudos los jugadores de equipos modestos, los estudiantes, las maestras para pagar los estudios de niños peruanos, las azafatas de Ryanair vaya usted a saber el porqué, las abuelas brasileñas para luchar contra el cáncer, los bomberos de San Sebastián para una ONG de Bali y los funcionarios de Soria para dar pasta a compañeros en apuros. La lista es interminable. Parece que por una buena causa está dispuesto a quitarse la ropa todo el mundo y en cualquier lugar del planeta.
En este submundo de los calendarios es importante llamar la atención porque de una buena promoción y de ese difícil equilibrio entre caspa y coña dependen los beneficios. De eso y de no perder la perspectiva, porque no es lo mismo ser una mamá de Serradilla del Arroyo (Salamanca) que una estrella del papel couché. A algunas vecinas de ese pueblo se les fue la mano con el espumillón real y mediático hace un par de años y también se quedaron en pelotas en varios sentidos.
Porque lo cierto, y todos somos conocedores de las razones, es que este tipo de iniciativas tienen un tirón mediático. Unas tetas y unos culos alegran cualquier telediario y dan para componer una galería de fotos en cualquier diario online. Es un recurso que nunca falla, que atrae mirones fieles al voyeurismo innato de nuestra naturaleza. E incluyen, además, una parodia respecto del desnudo de consumo, de los cuerpos perfectos de modelos famosos retratados por grandes fotógrafos. O un uso de físicos espectaculares y tomas muy elaboradas para fines imprevistos, como los de una organización religiosa. Es una de esas grandezas sociológicas de la imagen.
2 respuestas a «Del despelote benéfico considerado como una de las bellas artes»
Buen artículo, he puesto un enlace en mi blog.
Un saludo.
Sólo hay que darse una vuelta por las esiciones digitales de los diarios ‘serios’ para comprobar qué le va al personal.