Bromea mientras se arregla las manos porque anda algo torpe por la falta de práctica. Y eso que solo han pasado unas semanas desde que colgara los guantes aunque hoy (el sábado, 3 de junio) vaya a recibir el homenaje del público en el lugar más importante del mundo, aunque sea en Pelayo, la pequeña capital del recóndido reino de la pelota valenciana. Puede que para millones de personas eso no signifique nada. Pero algunos sabemos lo que significa ser alguien entre estas cuatro paredes. Ser querido. Ser respetado. El vestuario bulle de jugadores y amigos, en él se visten leyendas como Solaz, Víctor y Mezquita. Sobre éste me dice Dani: «fíjate en lo elegante que es, en lo bien que acompaña la pelota…». Incluso en este día tiene un momento para alabar las virtudes ajenas. Luego charlamos un rato del futuro y, en especial, del placer que halla estos días en el cuidado de su hija; a la que toma en brazos cuando acaba el juego, a la que besa mientras camina por el pasillo de honor que forman sus compañeros, a la que a buen seguro transmitirá las enseñanzas de un hombre sencillo, de un lugar pequeño, esa honestidad inimitable de los buenos hombres