Si eres cauto nadie sabrá que lo eras. Es una de esas virtudes cuya presencia es su ausencia. [El buen rastreador no deja rastro] [El buen asesino no deja pistas]. En general, habríamos de fijarnos en lo que no se ve, en lo que no está, en lo que no es.
La verdad nunca se muestra como una mercancía. Su mera exhibición nos haría acreditar su falsedad. Lo mismo ocurre con las virtudes y, al revés, con los defectos.
Sólo la presencia del fallo delata la existencia del acierto.
[Y ya tenemos un deducción lógica: Nuestros errores hablan de nuestros logros]. En cierto modo, además, sus grandezas van unidas.