El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro,
el tiempo y el tiempo de después.
Nosotros no tenemos ninguno
Ingeborg Bachmann
De Invocación a la Osa Mayor
El frío nos recuerda a quienes lo sufren. Es algo que deseamos ver desde el calor del refugio. Paso frente a esa pancarta «estiércol 50 euros camioncito» y me hace sonreír ese diminutivo, imagino que «camioncito» es una medida precisa con un peso determinado. También recuerdo los pollitos troceados en la cocina del zoológico, ya estaban muertos, pero asomaban sus patitas. Otro diminutivo. Y pensé en aquellos de colores que nos vendían en las ferias. Una cosa lleva a la otra. Los animales mueren pero antes, si se da el caso, pasan frío. Y si eres chimpancé o gorila te dan caldo para alegrarte el día, ya que estás en un lugar cerrado y en él te vas a quedar para que las criaturas humanas,a las que antes vendían pollitos, pasen un rato agradable en una naturaleza de riesgos controlados. Tal vez pasar frío, si se da el caso, si vives en la calle y si duermes en ella, que suele ser en ocasiones la circunstancia. Y entonces, esos días, te llevan unas mantas y algo caliente que beber. O que comer. Pollitos más procesados, tal vez, en forma de croquetas. O el mismo caldo de los chimpancés elaborado con exquisitas verduras. Todos venimos a ser la misma cosa. Gaia, la hermosa perra de los bomberos que se sube al camión para posar, el del camioncito, José María, Evaristo, Stanislav y la jirafa. Todos necesitamos cobijo, aunque sea para ver que son otros los que pasan frío.