On earth there is no heaven, but there are pieces of it.
Jules Renard
El reloj no marca todavía las cinco de la madrugada. El tráfico de hombres y mujeres empujando carros cargados con cajas vacías o llenas de verduras promueve la broma constante sobre la conveniencia de regular los movimientos mediante un semáforo imaginario. La nave, con el ronroneo amortiguado de furgonetas y camiones de fondo, bulle como un hormiguero donde reina el color verde de acelgas o lechugas salpicado con notas de patata, nabo, coliflor y champiñón. De vez en cuando reina el naranja. Mezclado con cajas, básculas y figuras humanas que anotan pedidos, ponen nombres sobre las mercancías, van y vienen mientras hablan con acento árabe, rumano o chino. A veces en castellano y otras en valenciano. Es un sonido brumoso que se quiebra por gestos cuyo sentido es un arcano para inexpertos. Un vendedor al que aplauden siempre que llega tarde. Un chiste sobre la incontinencia de otro, ya mayor. Esas cosas de la huerta, salpicada ahora de razas y colores, de Argelia, Pakistán o Nigeria. Se llama la Tira de Contar, solo existe en Valencia y se remonta al siglo XII. Se trata de un mercado en el que los agricultores venden directamente aquello que producen. El nombre tiene que ver con la antigua costumbre de vender por piezas (que había que contar) las mercancías. Esos tallos brillantes, bulbos carnosos, hierbas de aromas esenciales. Los frutos de la tierra para los hijos de la tierra. Otra de esas maravillas de Valencia que los valencianos ignoran.
3 respuestas a «La Tira de Contar»
Precioso digno de leer
Gracias.
[…] La tira de contar […]