Los silencios

En un momento mis ojos no pueden más. Es algo parecido a eso que en inglés se llama blackout. No llega ninguna señal a mi cerebro, no puedo fijar la mirada en un punto. En ese instante la cámara pesa como una vieja deuda y busco el refugio de un lugar oscuro, fresco, solitario. Pero resulta difícil. Escribo estas líneas sentado en un rincón impersonal del aeropuerto de Fiumicino, atestado de gentes que van y vienen, mirando de reojo el nivel de la batería. Entrelazo las últimas horas, llenas de agua pulverizada y sonidos durísimos, una transición de días y horas que solo los muy jovenes parecen ser capaces de soportar. Esa felicidad instantánea y superficial, rápida, sencilla, consumible y fácil de bailar como un ritmo antiguo. Esa energía del ahora.
Ese momento en el que nada importa. Solo la llegada del silencio absoluto. Del más absoluto de los silencios.

0002

0003

0004

0005

0006

0007

0008

0009

00010

00011

00012

00013

00021

00023

00024

00025

00026

00029

00030

00031

00032

00035