Y se hizo de día sobre la noche que precedió al día. Y se hizo un cuento susurrado al oído de los niños, destilado palabra a palabra, nombre a nombre. Y se hizo el mundo con instrucciones detalladas sobre el uso de la voz cerca de las orejas infantiles, donde los labios se unen al tímpano y respiran juntos, abrazados cada mañana sin escuela, cada amanecer sin sueño. Allí donde el hombre siente extrañas certezas; y ella la de la danza, donde quiere vestirse para bailar las canciones del Camarón que se colaron en la banda sonora de su vida. Y se construyó un momento que se fue. Aunque sabes que también se quedó. Para siempre. Sobre la tibia piel de la retina. Donde es tuyo y se hace de día sobre la noche mientras repites nombres de animales imaginarios. Donde ella baila sobre sus zapatos de tacón con lunares blancos. Donde todo queda reducido a nada importante. Sólo un segundo, una estela de polvo brillante, una luz que vive en el corazón del hombre que susurra al oído de los niños.