Toda explicación resulta inútil, lo es cada intento de frase, cada balbuceo. O tal vez no. Construimos la vida a partir de esos fracasos inevitables, sórdido en ocasiones. ¿Qué vemos, en realidad? ¿Hacia dónde señalamos con la linterna en la enorme cueva?. Un día prendió un fuego del que no guardamos memoria. Nos hablan sus cenizas. Ahora recuerdo estas imágenes tomadas para permanecer en la tierra quemada, para escuchar el sonido de los pasos deslizándose, del agua huyendo como una palabra efervescente. Ahora la veo formarse en una circunvolución, como un Prometeo de la eterna pregunta. Ojalá la fotografía no fuera un asunto tan serio. Y recurro a las rocas, a las piedras (en especial a aquellas con las que puedes dibujar corazones). Me preparo para esa velocidad de obturación. Para ese momento en el que toda explicación es inútil, cuando he de robar el fuego.