No hace mucho, en realidad. No podía con los rechazos ni con las indiferencias. Las evitaba. Me escondía en algún lugar en el que lamentarme de la ignorancia ajena respecto a mi trabajo, me condenaba el culto de unos pocos, al milagro de un día de suerte. Ahora todo se mueve en otra dirección. Estoy preparado.