Un ritmo llega de una frontera lejana. Un baile en el que dos enamorados permanecen ajenos al tiempo y a la noche, fundidos en un abrazo eterno al compás del sonido triste y dulce de unos dedos perezosos que se arrastran sobre las cuerdas de la guitarra. Veo la luna y las hojas de los árboles. Veo el reflejo en el agua oscura. Las ondulaciones, los golpes de ala de pájaro en una rama de la otra orilla.
Al hombre le vienen grandes los pantalones y a la mujer los zapatos blancos de tacón que estrena hoy.
Él guarda un anillo de oro en el bolsillo.