Camino atolondrado entre los turistas, ahora que hemos caído en desgracia, pero no por eso sino porque siempre ando de ese modo. Incluso cuando permanezco en reposo, apoyado en una barandilla metálica frente a una ventana de la antigua prisión de los Plomos, así se llamaba en la época en la que Giacomo Casanova fue encerrado en ella, de la que logró fugarse y episodio que le granjeó fama en las cortes europeas. A mi lado se forma una cola, junto a los lavabos que no he visto. Un montón de gente rubia se pregunta la razón de mi absentismo de las necesidades mundanas y cuando me aparto siento una leve vergüenza por no poder explicar al respetable la asombrosa escapatoria por los tejados del palacio ducal de uno de mis ídolos, armado con dos brazas de cuerda y un fardo de ropa. Y que justo cuando inicia la partida, con la luna oculta, cita a Dante E quindi uscimmo a rimmirar le stelle (Y luego salimos para contemplar las estrellas, Divina Comedia, Infierno, XXXIV, 139).
Habría de tomar notas, pienso, pero no se me da bien con las fotos. Crean interferencias y me he de fiar de mi cerebro de turista. También mientras guardo un respetuoso silencio ante la tumba del poeta en Ravenna o deambulo por lugares revisitados como Venecia, Florencia o Bolonia. Cada uno por sus razones o por ninguna en concreto. Claro que he de visitar el Baco de Caravaggio, esa pintura de profundo humor que me conmovió desde joven, ese diosecillo de medio pelo incapaz de sujetar la copa. Aunque ahora los visitantes somos como un leviatán armado de objetivos (tal vez eso me atolondra). Y he de analizar los entresijos remodelados de la Venecia contado por Giacomo, contemplar las paredes del que fue Ospedale della Pietà (ahora un hotel) para imaginar ese pequeño agujero por el que introducían a los bebés y del que salieron grandes compositoras, mujeres. Si. Allí compuso Vivaldi muchas de sus obras, pero ese hotel es caro (al menos para mi) y me he conformar con las fantasías turísticas. También imagino a Cassini trabajando en su meridiana de San Petronio.
Bueno. Y así todo. Más o menos.
Intento comprender lo que ocurre. Y cada vez que un grupo de humanos flotando en una nube de crema solar me aparta de la luz echo mano de Foster Wallace. Eso que dijo: El tipo realmente importante de libertad implica atención, y conciencia, y disciplina, y esfuerzo, y ser capaz de preocuparse de verdad por otras personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, en una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas, dia tras día. This is water, 2009.
Y hago fotos. Es mi auténtica libertad. Aunque sea un odioso turista.