El calor de estos días causa estragos en la estética peculiar de este mundo. En el bar del trinquet de Alzira se acaba la cerveza. El público aplaude a rabiar el juego de Puchol II, que parece la nueva estrella; pero pierde y se retira al vestuario rodeado de silencio. Nunca deja de sorprenderme este juego. Disfruto de este espacio blanco lleno de cristales y rostros protegidos de los impactos de la pelota. Veo mujeres y niños. Tal vez no todo esté perdido, ni sea tan previsible como la victoria de Puchol II.