En junio de 2012, Valencia todavía respiraba

Me conmueve pensar que si en todo momento y lugar el Universo se organiza en base a la noción panóptica y total de sí mismo, es posible que mi alma/cámara dudara sobre qué realidad captar en ese instante. A menudo tengo la sensación de estar siendo atravesado por una energía que multiplica las visiones.
Mi alma/cámara, quieta sobre una mesa, o una silla, planea viajes en el tiempo. Una foto nunca es sólo una foto, sino un arresto de la realidad. Es tiempo capturado sobre algo que finalmente induce memoria, idea, presentimiento o estremecimiento. Ser fotógrafo es como habitar el universo de Escher.
La mujer de espaldas y el resto de transeúntes desconocidos, se dispersarán en la boca del metro, cada cual desde su vida hacia su vida, materializados o desmaterializados ante mis ojos. Pero ¿Dónde exactamente es «su vida»? ¿La vida en la que permanecen casados hasta que la muerte los separe o la vida en la que todo terminará agriamente en un juzgado con niños como rehenes? ¿La vida en la que serán felices o la vida del fracaso? ¿Una vida de longevidad o tránsito prematuro? ¿Y el resto de sus infinitas vidas, infinitamente creadas tras cada una de sus pequeñas, infinitas opciones? ¿Por qué la boca de metro más cercana a mi trabajo y no la siguiente? ¿Por qué veo al menos a dos de esas vidas posibles, aparentemente idénticas, lanzándose hacia la luz del día, justo cuando presiento que no hay nada que pueda evitar ya que todo cambie sin remedio?
Mi alma/cámara tiende hacia lo invisible, señalándome algo obvio, que sólo reconozco por el modo en que la energía me cruza, y que es lo más parecido a la fe que puedo verbalizar cuando ocurre, pero es evidencia unos segundos después.

Einstein se burló de la cuántica por basarse en estadísticas. Mi alma/cámara se burla de Einstein.
Y recuerdo, de golpe, un poema de guerra de Éluard:

En abril de 1944, Paris todavía respiraba

Descendíamos hacia el río fiel: ni su ola ni nuestros ojos habían
abandonado a París.
No pequeña ciudad, sino ciudad infantil y maternal.
Ciudad que todo lo atraviesa, como un sendero de verano,
lleno de flores y de pájaros, como un beso profundo, lleno también
de niños sonrientes, y de madres frágiles.
No una ciudad en ruinas, sino una ciudad compleja, marcada por
su desnudez.

Ciudad entre nuestras muñecas como una atadura rota, entre nuestros
ojos como un ojo ya visto, ciudad repetida indefinidamente como un
poema.
Ciudad siempre semejante a sí misma.
Vieja ciudad… Entre la ciudad y el hombre no había ni siquiera el espesor
de un muro.
Ciudad de la transparencia, ciudad inocente.

Entre el hombre abandonado y la ciudad desierta, había más que
el espesor de un espejo.
Sólo había una ciudad que presentaba los colores del hombre, tierra
y carne, sangre y savia.

El día que juguetea en el agua, la noche que muere sobre la tierra.
El ritmo del aire puro es más fuerte que la guerra.
Ciudad con la mano tendida, y, entonces, todo mundo ríe y todo mundo
goza. Ciudad ejemplar.

Nadie pudo saltar los puentes que nos conducían al sueño y del sueño
a nuestros sueños y de nuestros sueños a la eternidad.
Ciudad perdurable, donde viví un día nuestra victoria sobre la muerte.

ojos como un ojo ya visto, ciudad repetida indefinidamente como un poema.

Busco el poema.
También recuerdo que Éluard decía que hay otros mundos y que todos están en este.

En junio de 2012, Valencia todavía respiraba.